lunes, 16 de septiembre de 2019

Guido de Arezzo (991-1050)

















Guido de Arezzo, fue un monje benedictino italiano y teórico musical
a quien debemos el nombre de las notas musicales.







Localización y vista de Arezzo en la Toscana, Italia.







El origen de las notas musicales




Veamos de manera muy somera un poco de historía. Hacia el 1400 a. C. en Babilonia aparecieron los primeros signos que podríamos denominar como musicales. Los griegos, aunque muy poco, utilizaron una notación alfabética. Los romanos se sabe que no cambiaron nada. Con la llegada del cristianismo se dio toda la importancia al texto, a la palabra, y los instrumentos musicales no estaban bien considerados por el clero. Hasta este momento, cualquier anotación musical debe considerarse muy rudimentaria, por lo que la memoria de músicos y cantores tenía una especial importancia.

En el año 600 el papa San Gregorio (h. 540-604) ordenó recopilar los cánticos cristianos primitivos de la liturgia
romana, lo que sería denominado, hacia el siglo IX y en su honor, como canto gregoriano. Este canto creció y se
difundió por el resto de la Edad media.

Los cantores del rito romano tenían que aprenderse de memoria las melodías de un abundante himnario, que ya
existía, mas los cánticos que iban surgiendo, la formación de estos cantores duraba diez años, con todo, las letras
se escribían pero las entonaciones, transmitidas de forma oral, es fácil que tuvieran transformaciones.

Hacia el año 800 comenzó a utilizarse la notación neumática, llamada así por utilizar neumas (neuma “signo”) que se colocaban encima de las sílabas para recordar si el sonido subía o bajaba, según estuvieran estos neumas más o menos alejados del texto los sonidos eran más agudos o más graves, todavía no se precisaba exactamente la altura del sonido ni el ritmo, tampoco se indicaba con "que nota" se empezaba a cantar, ni la distancia tonal entre una nota y otra o la duración de estas.








Algunos ejemplos de neumas, además, estos signos variaban notablemente entre unos y otros monasterios, creándose distintas escuelas, lo que complicaba el trabajo de los cantores para aprender a interpretar cánticos de otras comunidades distintas a la suya. 





A un monje copista se le ocurrió la idea de trazar una línea roja horizontal y ordenar unos neumas por encima y otros por debajo. Alrededor del año 900 al monje benedictino Hucbaldo (840-930) se le ocurrió la idea de añadir una segunda voz a la voz principal o monodia, naciendo así la polifonía, propuso la escritura de las notas siguiendo el sistema de Boecio (h. 480 – 524/525), éste filósofo romano, en su libro Sobre el fundamento de la música, pone nombre a las notas a través del abecedario latino. Hucbaldo coloco letras sobre un pautado de seis líneas correspondientes a las cuerdas de la cítara.

Y aparece Guido D’arezzo, un monje empeñado en la enseñanza que no quería que los cantores tuvieran que
estrujarse la memoria para aprenderse las melodías, sino que pudieran interpretarlas con una lectura a primera vista,
perteneciesen a la orden que fuese. Comenzó utilizando la mano para hacer anotaciones, cada dedo representaba
una nota o conjunto de ellas, este sistema se popularizo como el de la “mano guidoniana”.












Siguió utilizando la línea roja que ya se venía usando, pero a esta le añadió una línea negra más por arriba y otra por abajo, finalmente agrego una línea amarilla encima de todas creando así el tetragrama. Después se le ocurrió la idea de tomar la primera sílaba de cada verso del himno a San Juan Bautista, compuesto por Pablo el Diácono (h. 720 – 800), Ut queant laxis, para dar con estas sílabas nombre a las notas.
 













 Cada frase musical comenzaba con una nota mas alta que la anterior, así surgió el hexacordio Ut Re Mi Fa Sol La, en el siglo XVII, Giovanni Battista Doni sustituyó la nota Ut por Do, ya que al acabar esta en vocal tiene una entonación mucho más sencilla. posteriormente llegaría la séptima nota, la nota Si, formándose esta con las iniciales s e i de Sancte Ioannes. 





 Ut queant laxis, himno para las vísperas de la Fiesta de San Juan Bautista atribuido a Pablo el Diacono.







  A este sistema de entonación Guido lo denominó "solmisatio" (nuestro actual solfeo), consiguió bajar el tiempo de aprendizaje de diez años a uno y los cantores podían interpretar las melodías leyendo.






 





Vida de Guido de Arezzo



 A Guido de Arezzo, o Guido Aretino, algún dato lo da como nacido cerca de París, habría recibido su primera educación en una orden benedictina y sería monje de esa misma orden en el monasterio de Saint Maur des Fosses, cercano a París. Sin embargo, la tradición más común sitúa su lugar de nacimiento en Arezzo, en la Toscana italiana, en el año 991 ó 992. Muy pronto se intereso por la música litúrgica, sus primeros años de estudio los pasó en la abadía de Pomposa, cerca de Ferrara en Italia, que contaba con gran prestigio. Siguió profundizando en el campo de la música y, pronto surgieron discordias entre él y algunos compañeros de la abadía, según él porque le tenían envidia, lo que le decidió a abandonar Pomposa hacia 1025.





Abadía de Pomposa





 Guido se trasladó a Arezzo donde el obispo Teobaldo  le encargó la dirección del coro de niños de la catedral. Allí escribió su principal trabajo, Micrologus de disciplina artis musicae, un tratado de teoría musical que dedicó al obispo. Hacia el 1028, Teobaldo entregó al papa Juan XIX, el antifonario que Guido había comenzado en Pomposa. Guido había denominado a su sistema de entonación "solmización", más tarde solfeo, el Papa invito a Guido a visitar Roma, quedo entusiasmado con las exposiciones de éste, de hecho, ordeno la introducción inmediata del nuevo sistema musical en la Iglesia y pidió a Guido que se quedara para instruir al clero. Sin embargo, por razones de salud, Guido regresó a Pomposa, allí parecían estar superadas las antiguas rencillas, incluso, arrepentido, su homónimo el abad Guido degli Strambiati (970 – 1046) le exhorto a quedarse. A pesar de la buena acogida, hacia el 1029, Guido decidió establecerse en el monasterio Fonte Avellana, cerca de Arezzo, allí terminaron los días de éste enamorado de la didáctica musical, sobre todo la coral, en el año 1050, al parecer, siendo prior.  






Estatua de Guido de Arezzo, también conocido como Guido Aretino, Güido Aretinus o Güido Mónaco, en su localidad natal.







Obras



 Antifonario, hoy perdido.

 Micrologus de disciplina artis musicae (h. 1020-1026), este fue el segundo tratado musical con más difusión en la Edad Media, después de la obra de Boecio.

 Prologus in Antiphonarium.

 Aliae Regulae, prólogo de su antifonario, es la primera descripción
teórica del sistema de cuatro líneas (tetragrama).

 Regulae Rhythmicae.

 Prologus in Antiphonarium.

 Epistola de ignoto cantu . dirigida a su amigo el Hermano Miguel hacia el 1028.
  





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